Presentación de
reflexiones sobre los
procesos de
estructuración territorial
de la ciudad
Presentation of
reflections about
processes of the
territorial structure
in the city
Buenos Aires: Albores de una ciudad moderna
La zonificación se consagró a través del tiempo como uno de los instrumentos urbanísticos más poderosos que, desde el punto de vista de la regulación constructiva, fuese capaz de operar sobre un territorio precisamente acotado, a partir del concepto de división en zonas, para potenciar las propiedades intrínsecas de los diferentes fragmentos resultantes.
La ciudad del siglo XIX es producto de la Revolución Industrial. Los efectos del abandono de las áreas rurales y de las condiciones extremas de hacinamiento fueron los temas centrales a los cuales se buscó dar respuesta. El problema de la ciudad era su concentración poblacional y su celeridad de crecimiento. La pobreza históricamente ha sido un mal endémico, pero se redimensionó cuando miles de ricos tomaron contacto con millones de pobres.
Mediante un viraje en los sistemas y formas de producción, surgió en Inglaterra un movimiento filosófico-social en torno a la figura de Adams Smith, padre del laissez faire y de la economía capitalista liberal; en el que la industria quedaba consagrada como el sistema autorregulador del equilibrio social e individual, basado en la división del trabajo y en la producción en serie. A poco de ponderar sus bondades, comenzaron a evidenciarse los efectos negativos producidos por el modelo, ya consagrado en toda Europa central.
Las ciudades crecían con la misma intensidad con que una fábrica realizaba su producción seriada. En busca de fuentes de trabajo, la población rural se trasladó masivamente a las áreas urbanas en breve lapso, y ello generó crecimientos sin planificación previa, con altos índices de hacinamiento e insalubridad urbana, con propagación de enfermedades infecto-contagiosas y parcelamientos sin infraestructuras ni condiciones de asoleamiento.
Las penosas situaciones a las que llegó la Europa industrializada en menos de cincuenta años dieron origen a fuertes conflictos sociales. El proletariado apareció como fuerza organizada a la que el propio capital que lo había creado llegó a temer. Ese temor impulsó a reformar las viejas ciudades y a mejorar los “infectados” suburbios.
A mediados del siglo XIX comenzaron a evidenciarse los signos de deterioro producidos por la segunda fase de la industrialización europea: tanto la opresión y la desigualdad social como el hacinamiento y la insalubridad urbana habían resultado situaciones no contempladas pero ya instaladas en el
seno mismo de la ciudad.
En Buenos Aires, las incesantes migraciones del campo a la ciudad en busca de fuentes de trabajo produjeron en las áreas centrales un severo incremento de las densidades, con el consiguiente colapso de los sistemas higiénico-sanitarios. Asimismo, la venta financiada de lotes junto con la expansión de las redes de transporte (con tarifa reducida) permitieron adosar al casco tradicional franjas cada vez más amplias, e indujeron a la generación del primer anillo de conurbación metropolitano.
En pleno apogeo de la ciudad industrial, insalubre y hacinada, emergieron propuestas utopistas que articulaban de modo autosuficiente la relación entre el campo y la ciudad. En ese marco, son los higienistas quienes advierten acerca de los perjuicios instalados en la ciudad y los que lanzan las primeras leyes sanitarias con las que posteriormente se construirá la legislación urbanística contemporánea.
De aldea a metrópolis
Tanto las prédicas higienistas como los conceptos de “orden”, “accesibilidad” y “saneamiento” resultan ser las constantes en las acciones urbanísticas. La ciudad, antes que tal, fue un acta y fue un plano. En 1580 Juan de Garay, su fundador, trazó a regla y cordel una cuadrícula de 144 manzanas, aplicando la legislación indiana y luego procedió a la repartición de
tierras y solares.
La modalidad de conquista y colonización del territorio americano tomó forma legal en 1573, cuando Felipe II dio a conocer las Ordenanzas de Descubrimiento, Nueva Población y Pacificación, que representaban una auténtica legislación sobre el ordenamiento urbano y regional. Fueron desarrolladas por el Consejo de Indias –un organismo destinado a ocuparse en España de los temas vinculados con América– y contenían los lineamientos estructurales para llevar a cabo la acción “pobladora”.
Dentro de un gran recinto rectangular, para facilitar la repartición de tierras y de solares a cada poblador, la ciudad debía organizarse en función a tres elementos esenciales: las plazas, los solares y las calles; de modo que rápidamente lograba identificarse el espacio público y el privado, dentro de un trazado ortogonal que respondía a la tradición universal de la cuadrícula urbana. A partir de ese esquema teórico se configuraba una ciudad con un entramado rígidamente estructurado, monótono y sin sorpresas, pero con capacidad de expansión del tejido sin mayores conflictos.
El centro urbano y su entorno rural constituían una unidad jurídica y esencialmente funcional, dado que en ella se sustentaba la economía de subsistencia de su población. Colindante con la ciudad, se ordenaban: el ejido –fracciones destinadas a absorber futuros crecimientos demográficos– y más allá, tierras con diferentes extensiones e intensidades uso: las dehesas –para el esparcimiento público–,
las chacras –huertas para cultivo de cereales– y las
estancias –campos para cría de
ganado mayor–.
Finalmente, la cuadrícula urbana fue utilizada por los conquistadores como el principal instrumento de dominación y de “domesticación de las tierras salvajes”, dentro de un esquema articulado por un elemento detonador de fuerte centralidad como núcleo del trazado: la plaza mayor, que le otorgaba forma y carácter a la ciudad, al tiempo en que se convertía en símbolo del poder político y religioso, cívico y comercial.
Buenos Aires creció en torno a ese núcleo central mediante una expansión en anillos sucesivos. Posteriormente, la traza lineal del ferrocarril reorientó su crecimiento con ejes de vinculación a áreas agroproductivas. Las sucesivas estaciones ferroviarias se constituyeron en centro de pequeñas urbanizaciones y el tranvía se ocupó luego de enlazar áreas dispersas.
Entre 1880 y 1930 se consolidan los centros fundacionales de poblados nacidos en torno a las estaciones en el marco de una política agroexportadora con la cual se recibió un importante flujo migratorio europeo. Esta población se localizó en extremas condiciones de hacinamiento principalmente en torno al centro de la ciudad y, en menor medida, alrededor de las incipientes áreas subcentrales.
El paso de aldea a metrópolis ha significado la permanente sustitución de suelo rural por urbano. Proceso que se materializó mediante precisas tendencias de expansión y de consolidación. La ciudad por la que hoy transitamos es, en realidad, una conjunción de ciudades yuxtapuestas, que con el paso del tiempo fueron alcanzando su apogeo y desarrollo que exacerban los componentes de una sociedad madura, elegante y refinada.
La zonificación urbana
Como se ha destacado, junto con la división del trabajo comenzó la división de la sociedad, a partir de un agrupamiento por rasgos comunes de sus componentes. En esa lógica surgió el zoning a partir de la primera restricción al uso de la propiedad privada de la tierra por causas de bien público, a través de la fijación de las funciones posibles para diversas partes de la ciudad.
Como uno de los más poderosos y eficaces instrumentos urbanísticos, la zonificación contiene una sólida estructura disciplinar que le otorga validez y jerarquía para la mediación de conflictos urbanos relativos a la naturaleza de los destinos y de las prácticas en la ciudad, subordinando a tal ordenamiento las modalidades de transformación y de usos del suelo.
Así por ejemplo, cuando a fines del siglo XIX en Buenos Aires se delimitó un área central de la ciudad para impedir las construcciones con barro o madera, si bien contribuía a cierta estética general, en rigor, se atacaba a las condiciones antihigiénicas de la vida cotidiana. De este modo, frente a las crecientes eclosiones epidémicas, aparece la zonificación para interceder en la salubridad urbana de la población.
Fueron entonces los Reglamentos Generales de Construcción los que iniciaron el cuerpo de normativas urbanísticas modernas a partir de 1887. Allí aparecieron las primeras disposiciones de zonificación que, con carácter restrictivo y protector, introdujeron los conceptos de control en la seguridad constructiva, en la higiene edilicia y en la estética urbana.
Los resultados del trabajo de la Comisión de Estética Edilicia, organismo municipal que formuló el Plan Regulador de 1925, ahondaron también en la incorporación de criterios de zonificación, de ocupación diferencial del suelo y de alturas de edificios, tomando en cuenta la evolución urbana y demográfica, e intentaron integrar los barrios suburbanos a la estructura metropolitana.
Paralelamente, comenzó a establecerse una relación directa entre zoning y tránsito, donde el volumen y la densidad de los edificios mantenían una correspondencia con la capacidad de las calles. Se tendía a coordinar las diversas funciones de la ciudad y a estudiar la distribución de las diferentes gradaciones de densidad, congestión y hacinamiento de las zonas.
A partir de la crítica al marco legal que resguardaba a la propiedad privada como principal escollo del progreso urbanístico integral, en 1944 se autoriza al gobierno municipal a establecer restricciones al dominio privado. Fue la llave para la puesta en vigencia del primer código de la ciudad.
Desde esta perspectiva, el estudio de los criterios de zonificación en la legislación urbanística porteña abre numerosos interrogantes. Algunas de esas preguntas giran alrededor de los procesos de producción de la ciudad y de los intentos por controlar y conducir su ocupación física y social, y cómo evidenciar los conflictos y contradicciones gestados en la ciudad.
Una zonificación claramente definida sobre un plano regulador protege y potencia la cualidad socio-ambiental de cada una de sus partes. Y en ese sentido podría traducirse en dispositivo para recuperar el valor del área edificada, reduciendo al mínimo los intereses del propietario en favor del destino de la zona.
Se impone entonces la necesidad de reflexionar abiertamente sobre cuál debiera ser la normativa que permita concretar un proyecto integral de ciudad. Hasta aquí ha sido la zonificación una de las herramientas más eficaces para controlar tales variables urbanísticas. Pero su concepción debiera surgir de la protección de los rasgos intrínsecos de cada zona, de su carácter estilístico, de los servicios e infraestructuras disponibles, de los usos y costumbres cotidianas… y no desde la lógica del mercado de suelos, tan instalada en los proceso de toma de decisión en la ciudad.
© Guillermo Tella
Buenos Aires: The Dawn of the Modern City
Through the years, zoning has established itself as one of the most powerful urban planning instruments which, from the point of view of building regulation, has been able to operate over a precisely delimited territory –stemming from the concept of division into zones–, so as to strengthen the intrinsic characteristics of the different resulting fragments.
Nineteenth century city is the outcome of the Industrial Revolution. The effects of the abandonment of rural areas and the extreme overcrowding conditions were the key issues demanding an answer to be sought. The problem with this city was its concentration of population and its growth rate. Poverty has been an endemic problem historically, but it was re-dimensioned when thousands of the rich came into contact with millions of the poor.
By way of a change in the systems and ways of productions, a socio-philosophical movement emerged in England around the figure of Adam Smith, father of the laisse-faire and liberal capitalist economics, in which the industry was consecrated as the self-regulatory system of social and individual balance, based upon the division of labor and mass production. It was not long after praising its virtues that the negative effects
of the model began to be noticeable,
which had been already established in all
over Central Europe.
Cities grew with such intensity as factories conducted their mass production. Looking for sources of work, rural population migrated massively to urban areas in a short period of time. Consequently, this brought about unplanned growth with high levels of urban overcrowding and unhealthiness, along with the spreading of contagious diseases and plot subdivision with neither infrastructure nor good conditions
of sunny areas.
The awful conditions which industrialized Europe reached in less than fifty years gave birth to strong social conflicts. The proletariat rose as an organized force which the capital itself –which had created it– came to fear. That same fear triggered the reform of the old cities and the improvement the ‘infected’
suburbs.
By the mid nineteenth century, the signs of deterioration produced by the second phase of the Industrial Revolution began to be evident: social oppression and inequality as much as urban overcrowding and unhealthiness had become unforeseen situations already settled within
the city itself.
In Buenos Aires, the ceaseless migrations from the countryside to the city looking for sources of work brought about a severe increase of densities in central areas, with the subsequent collapse of the sanitary systems. Likewise, the sale of plots in installments along with the expansion of the mass transport system (which had a lowered tariff) allowed the enclosure of increasingly broader strips of land to the traditional urban area, and led to the generation of the first metropolitan conurbation ring.
At the height of the industrial, unhealthy, and overcrowded city, utopian proposals emerged, articulating the relation between the country and the city in a self-sufficient way. In such framework, hygienists warned about the detriments arisen in the city and promoted the first sanitarian statutes upon which contemporary urban planning legislation
would be built.
From village to metropolis
Both hygienic preaching as well as the concepts of ‘order’, ‘accessibility’, and ‘sanitation’ turned out to be the constants in urban planning actions. The city before them was an act and a plan. In 1580, Juan de Garay, founder of Buenos Aires, traced a grid of 144 blocks by ruler and rope, and then proceeded to distribute lands and plots, so applying the
Indian legislation.
The mode of conquest and colonization of the American territory acquired legal form in 1573, when king Phillip II enacted the Ordenanzas de Descubrimiento, Nueva Población y Pacificación (Ordinances of Discovery, New Settlement, and Pacification), which stood for an authentic legislation on urban and regional land ordinance. They were developed by the Council of the Indies –an organ meant for managing the issues related to America in Spain– and they contained the structural guidelines on how to carry on the ‘populating’ action.
Within a great rectangular enclosure, so as to facilitate the distribution of lands and plots to each settler, the city had to organize in relation to three essential elements: squares, plots and streets; so that public and private spaces were rapidly identified, within an orthogonal layout responding to the universal tradition of the urban grid. From that theoretical scheme a city was configured with a rigidly structured, monotonous and unsurprising pattern, but with a capacity of expanding the urban fabric without any greater
conflicts.
The urban center and its rural surroundings constituted a juridical and essentially functional unity, since its population’s subsistence economy was sustained by it. Beside the city there was the ejido (common land) –pieces of land meant for absorbing future demographical growths– and, beyond these, there were lands with different areas and intensities of land use: dehesas (pastures) –for public recreation–, chacras (farms) –plantations for growing cereal crops– and
estancias (cattle ranches) –fields for
breeding livestock–.
Finally, the urban grid was employed by the conquistadores as the principal instrument of domination and of ‘domestication of the wild lands’, within a scheme articulated by a triggering element of strong centrality acting as nucleus of the layout: the plaza mayor (main square), which gave the city its form and character, while becoming the symbol of political and religious, civil and commercial powers at the same time.
Buenos Aires grew around this central core by expanding in successive rings. Later on, the linear trace of railways re-orientated its growth with axis linking to farming and livestock-breeding areas. The successive railway stations became centers of small urbanizations and then tramways were the ones in charge of connecting dispersed areas.
Between 1880 and 1930, foundational centers of towns were born and consolidated around those stations within the framework of an agro-export economic policy thanks to which an important European immigration entered the country. This population settled in extreme overcrowding conditions mainly around the center of the city and, in a fewer amount, around the incipient
sub-central areas.
The passage from village to metropolis has meant the permanent replacement of rural land with urban one. This process was materialized by means of precise tendencies of expansion and consolidation. The city we travel today is, in fact, a conjunction of juxtaposed
cities, reaching their height and development
over time, which exacerbate the components
of a mature, elegant and refined
society.
Urban zoning
As it has been highlighted, along with the division of labor the division of society began, arising from a grouping by common features of their components. Within this logic, zoning emerged from the first restriction on private land ownership for reasons of public good, through the determination of possible functions for the various parts
of the city.
As one of the most powerful and effective urban planning instruments, zoning has a solid discipline structure giving it the necessary validity and hierarchy for the mediation of urban conflicts related to the nature of the destinations and practices in the city, subordinating to such ordinance the modalities of land transformation and use.
So, for instance, when at the end of the nineteenth century a central area was delimited in Buenos Aires so to prevent the construction of clay or wooden buildings, even though it contributed to certain general aesthetics, it really attacked the unhygienic conditions of daily life. In this way, before the growing epidemic eruptions, zoning appears to intercede in the urban health of the population.
It was then that the Building General Regulations initiated the body of modern urban planning laws as from 1887. It was then that the first zoning provisions appeared and introduced the concepts of control of construction safety, of building hygiene and of urban aesthetics with a restrictive and
protective character.
The Building Aesthetics Commission was a municipal organ which formulated the Regulatory Plan of 1925. The results of its work also delved into the inclusion of zoning criteria, differential land occupation and building height, taking into account urban and demographic evolution, and tried to integrate the suburban neighborhoods to the
metropolitan structure.
Parallel, a direct relation between zoning and traffic was begun to being established, in which volume and density of buildings held a correspondence with the capacity of streets. There was a tendency to coordinate the various functions of the city and to study the distribution of the different gradations of densities, of congestion and overcrowding of the zones.
From criticism of the legal framework enshrining private ownership as the main obstacle of an integral urban progress, the municipal government was authorized to establish restrictions to the private domain in 1944. It was the key to the enactment of the first code
of the city.
From this perspective, the study of the zoning criteria in the urban planning legislation of Buenos Aires opens up many questions. Some of them spin around the city-production processes and the attempts to control and lead their social and physical occupation, and how to show the conflicts and contradictions conceived in the city itself in a more evident fashion.
A clearly defined zoning over a regulatory plan protects and enhances the socio-environmental quality of each one of its parts. And, in this sense, it could be translated into a device to retrieve the value of built-up area, minimizing the owner’s interests while favoring the destination of the zone.
Then, it is necessary to think openly about what the legislation allowing the realization of an integral project of the city should be. So far, zoning has been one of the most efficient tools to control such urban variables.
But its conception should arise from the protection
of the intrinsic characteristics of
each zone, from available services and
infrastructures, from daily habits and customs…
and not from land market logics,
which is so much installed in
decision-making processes in the city.
© Guillermo Tella